Luis II de Baviera (Ludwig Otto Frederik Wilhelm; Palacio de Nymphenburg, Múnich, Baviera; 25 de agosto de 1845-Lago de Starnberg, ibídem; 13 de junio de 1886), conocido también por su apodo el «Rey Loco» o también el «Rey Cisne» o «der Märchenkönig» (el Rey de Cuento de Hadas)1, fue rey de Baviera desde su ascenso al trono, en 1864, hasta su fallecimiento, en 1886. Antes de ser rey, Luis fue un príncipe de Baviera, desde su nacimiento hasta 1864. Luis pertenecía a la Casa de Wittelsbach. Además de ostentar los títulos ya mencionados, Luis también ostentó los títulos históricos de conde palatino del Rin, duque de Franconia y duque de Suabia.
Luis ascendió al trono bávaro en 1864. Tenía 18 años. Dos años más tarde, Baviera y Austria libraron una guerra contra Prusia que duró solo unas semanas, que perdieron. Sin embargo, en la guerra franco-prusiana de 1870, Baviera se puso del lado de Prusia contra Francia y, tras la victoria prusiana, pasó a formar parte del nuevo Imperio alemán, compuesto por 22 monarquías, encabezadas por la monarquía prusiana, cuyo rey se convirtió en Deutscher Kaiser (‘emperador alemán‘). Los dos candidatos para ser el nuevo káiser del Imperio fueron el propio Luis y su primo Guillermo, siendo este último el elegido por los órganos legislativos. Sin embargo, Baviera conservó un alto grado de autonomía en algunos asuntos dentro del Imperio, que se llamó Reich. En la nueva Constitución Imperial, Baviera pudo asegurarse amplios derechos, en particular en lo que respecta a la soberanía militar. El ejército bávaro, a diferencia del de los reinos de Sajonia y Wurtemberg, retuvo sus propias tropas, el Ministerio de Guerra y el sistema de justicia militar; también fue excluido de la renumeración de regimientos del ejército en todo el Imperio, y solo quedaría bajo control imperial en tiempos de guerra. Baviera mantuvo asimismo los uniformes de infantería celestes, el Raupenhelm (hasta 1886), la caballería ligera y algunas otras peculiaridades. Los oficiales y soldados del Ejército bávaro continuaron prestando juramento al rey de Baviera y no al emperador alemán.
No obstante, Luis se fue retirando cada vez más de los asuntos cotidianos del Estado en favor de proyectos artísticos y arquitectónicos extravagantes. Encargó la construcción de dos lujosos palacios y el castillo de Neuschwanstein, y fue un devoto mecenas del compositor Richard Wagner. Luis gastó todos sus ingresos reales (aunque no fondos estatales como se piensa comúnmente) en estos proyectos y desafió todos los intentos de sus ministros para restringirlo. Esta extravagancia fue utilizada en su contra para declararlo loco, acusación que desde entonces ha sido objeto de controversia.2 Hoy, su legado arquitectónico y artístico incluye muchas de las atracciones turísticas más importantes de Baviera.